Mis libros de 2023

Manu de La-Chica
22 min readDec 28, 2023

Este año miro atrás y veo un año frenético. Aún no entiendo del todo cómo he podido leer tanto. Ha sido un año de muchas conversaciones con amigos, de muchos planes y de muchos viajes — sobre todo uno de tres meses a Uruguay que ensanchó muchísimo mi vida, pero eso es para contarlo con un café de por medio — , y puede que sea precisamente por esos viajes por los que he leído tanto.

Leer siempre ha sido para mí una actividad que me permite asomarme a otras vidas, establecer relaciones, alimentarlas, entrar en diálogo con otros para seguir buscando. En esos viajes, decía, mi vida ha entrado en contacto con otras realidades antes insospechadas y la lectura — y la oración, sobre todo la oración — me han ayudado a afrontarlas y entenderlas. Leer es un privilegio: te da pistas para conocerte mejor y conocer más a los otros, y, en consecuencia, para ser más libre. Es a la vez un descanso frente a las prisas del mundo y un horizonte abierto hacia otras realidades. Es un ensanchamiento de la propia vida, tanto en su interior como en su longitud. Leer, sí, es vivir en una vida muchas vidas.

Aunque siempre me ha gustado leer, este año pensaba que no iba a tener tiempo. Sin embargo, el entrelazar mi vida con otras vidas me ha llevado a leer más que nunca, porque leer me permitía profundizar en esas relaciones. Así que gracias a Carlota, a Javi, a Mili, a Fran, a Josepe, a Carla, a Jon, a Antonio, a Iñaki y a otros muchos amigos por haberme descubierto nuevas lecturas; y gracias también a la lectura, por haberme permitido conocer mejor a mis amigos, a mí mismo y a la realidad que me rodea. Este año, gracias a los libros, mi vida se ha expandido y ha cogido peso.

La lectura de este año tiene nombre de 57 títulos. Van ahora por orden de lectura.

1. Más allá de las cosas (Carlo Carretto). A Carretto le descubrí el año pasado con sus Cartas del desierto y este año decidí comprarme varios libros suyos de segunda mano, porque creo que los monjes que viven en el desierto tienen mucho que decirnos a los que vivimos en medio del mundo. Esta obra se divide en tres partes. La primera trata sobre la identidad que tenemos como hijos amados del Padre, que lo cambia todo. La segunda, sobre la oración. La tercera, sobre las bienaventuranzas.

2. La ciudad de los vivos (Nicola Lagiola). Fue uno de los libros de no ficción que más triunfó el año pasado y apareció en muchas listas como esta — incluso en la mía, pero no me dio tiempo a terminarlo — . Una investigación de cuatro años sobre el origen del horror: dos jóvenes asesinan brutalmente a otro, al que casi no conocen, después de torturarlo en un apartamento en el que se reunen para drogarse. Lo confiesan. Se acusan el uno al otro. ¿Quién tuvo la idea? ¿Quién dio el golpe definitivo? ¿Cómo se sigue viviendo sabiendo que tú podías haber sido el asesinado? Es una novela muy incómoda que atrapa.

3. Diarios de Adán y Eva (Mark Twain). Si estás una tarde con ganas de reirte un rato con lo diferentes que somos los hombres y las mujeres, este libro es el tuyo. Son menos de 40 páginas, es fácil de leer y Twain tiene algunos momentos de dar en el clavo que son para tomar nota.

4. Sencillamente. ¡Vive tu vida! (José Pedro Manglano). Los que lleváis unos años por aquí, ya sabéis que leer a don Josepe me ayuda mucho, y casi siempre acabo leyendo algún libro suyo — no sé cómo le da la vida para escribir tanto y tan bueno — . Esta vez ha escrito sobre cómo el cristianismo es una defensa de la libertad, la libertad de ser quienes verdaderamente somos.

5. La sombra (David Cabrera). Me habían hablado muy bien de este libro en FCom y aproveché el final de enero para hincarle el diente. No me defraudó, porque es un historión. Este libro es la historia de una sombra — no se dice el nombre en ningún momento — que mató a un hombre de una puñalada, fue condenado a veinte años de prisión y huyó antes de entrar en la cárcel. No se escapó a un país lejano, sino que se escondió viviendo en la normalidad de su ciudad, Barcelona, en los años ochenta y noventa. ¿Cómo se hace eso? Pues David Cabrera lo cuenta después de tres años de largas entrevistas e investigaciones. Absorbente.

6. Un artista del mundo flotante (Kazuo Ishiguro). Carlota me describió este libro como “un bomboncito en forma de libro”, así que me lancé a por él enseguida. Esta es la segunda novela de Ishiguro, con la que ganó el Whitbread de Literatura. Ambientada en el Japón de la posguerra, acompaña a un hombre, pintor, que quiere casar a su hija y que, para las negociaciones, tendrá que recorrer su pasado. Yo me hice un lío con los nombres japoneses, pero me gustó. Sobre la nostalgia, el arte y la batalla cultural por buscar qué es lo que representa a un país. También, sobre el enfrentarse a tu pasado para honrar a tus hijos.

7. Elogio espiritual del descanso (Maximilien Le Fébure Du Bus). Me lo encontré en una estantería de la biblio y el título me llamó mucho. Lo abrí, y en la primera página me encontré esta cita de Pascal: «Toda la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: el no saber quedarse tranquilos en una habitación». Es un ensayo cortito sobre la necesidad de salir del hacer cosas, de las prisas, de querer estar en todo, hasta en el ocio. Pues Dios, cuando creó el mundo, también descansó. Muy recomendable.

8. Las gratitudes (Delphine de Vigan). «¿Os habéis preguntado alguna vez cuántas veces en la vida habéis dado realmente las gracias?». De este libro no se sale igual. Uno necesita estar un rato en silencio, asimilarlo y salir corriendo a dar las gracias, a vivir, sin que la vida — y la vida de los otros — se le escape. Muy recomendable.

9. Martes con mi viejo profesor (Mitch Albom). «Una parte del problema, Mitch, es la prisa que tiene todo el mundo. Las personas no han encontrado sentido en sus vidas, por eso corren constantemente buscándolo. Piensan en el próximo coche, en la próxima casa, en el próximo trabajo. Y después descubren que esas cosas también están vacías, y siguen corriendo». Cuando le detectaron ELA a Morrie Schwartz, su viejo profesor en la universidad, Mitch Almbom se enteró por un programa de televisión. Decidió retomar el contacto y empezó a verle todos los martes para que él le diera sus últimas clases. Hablan del mundo, de la muerte, de la familia, del dinero, del miedo a la vejez, del perdón. Puede parecer un libro de autoayuda, pero no lo es. Es la última lección de un hombre sombre cómo abrazar la vida.

10. Sucederá la flor (Jesús Montiel). «Del mismo modo que tu cabeza se iba quedando pelada con el paso de los días, Dios limpiaba el polvo que cubría mi vida. Aquello que le sobraba». Descubrí este libro en 2018 y volví a él este año porque, de vez en cuando, hace falta que alguien te recuerde lo que de verdad importa. No, no es verdad eso que canta Sabina de que allí donde fuiste feliz no debieras tratar de volver. Este libro lo desmiente.

11. Lógica carismática (Luigino Bruni). No hay cristianismo sin comunidad, incluso cuando las comunidades enferman y se vuelven difíciles. Olvidarlo significa negar el humanismo bíblico y cristiano.

12. La vida pasajera (Christan Bobin). Bobin es uno de los referentes de Montiel, y por eso le leo. Quizá tiene que ver con ese dicho de que los amigos de mis amigos son también mis amigos. El caso es que Bobin — como confiesa él mismo en el prólogo de este libro — siempre escribe libros cortos, «no por incapacidad de hacer otra cosa, pero quizá también por necesidad: escribir es convertir lo mucho en poco, lo exceso en carencia. Ningún libro debería ser más pesado que la luz. Ninguna escritura debería hacer más ruido que una sonrisa». Este gran poema es una gran carta, una de esas que se escribe cuando te enamoras, y hay «mucha luz / y tu voz por todas partes / mezclada con la voz de las cosas». Se lee tranquilo y, como con Montiel, uno siente la necesidad de volver.

13. Alumbramiento (Daniel Cotta). Una colección de sus poemas religiosos que ganó el Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística. Al contrario de lo que pueda parecer es muy sencillo: un canto a la Belleza y a la Creación como fruto del amor. «Señor, no estoy viviendo. / Estoy desenvolviendo tu regalo».

14. El retrato de casada (Maggie O’Farrell). No tengo ninguna duda de que esta biografía de Lucrezia de Médici va a convertirse en una obra de referencia. Desde que leí Tiene que ser aquí en 2018, me di cuenta de que O’Farrell es y será una de las mejores escritoras de esta época. En esta obra, más parecida a Hamnet por su componente histórico, O’Farrell nos presenta una vida corta (Lucrezia murió a los 16 años, poco más de un año después de casarse) con la que se empatiza desde el principio. Lucrezia fue la hija olvidada de sus padres, esa que vivía en el mundo de la imaginación, la que tuvo que sustituir a su hermana en una boda acordada con el duque de Ferrara… Esta es una novela sobre la vida del Renacimiento y la rebelión contra una vida impuesta.

15. Hakuna. ¡Viva la vida! (José Pedro Manglano). Aunque vaya firmado por Manglano, este libro es más una recopilación de testimonios de gente que se ha encontrado con Dios a través de Hakuna y gente que vive su fe en esta comunidad, que un escrito a modo de ensayo explicando qué es esta realidad eclesial. Recomendado si se quiere conocer más sobre qué es Hakuna más allá del grupo de música.

16. Abril: historia de un amor (Joseph Roth). Vi este relato corto recomendado en una selección de novelas cortas. Es uno de los primeros escritos de Roth. También el primero que leo de él. Me ha gustado su capacidad para decir mucho con una escritura muy sintética, pero el personaje central no ha conseguido que le crea.

17. Noches blancas (Fiodor Dostoievski). Otra novela corta para leer en una tarde. Sobre los amores que surgen de un flechazo en una noche de invierno. ¿Es suficiente una noche de esas para toda una vida? Esa es la pregunta que hay detrás. Me gustó, Dostoievski consiguió que me creyera a sus personajes y me sorprendió mucho el final.

18. El baile (Irène Némirovsky). El inicio de mayo fue de novelas cortas y esta fue la tercera. Sobre el desvarió de buscar, ante todo, el reconocimiento social de los demás.

19. El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes (Tatiana Tîbuleac). Tenía muchas ganas de leer este libro por las recomendaciones que me habían llegado, por el título y por la portada. Y me encantó. Prefiero no hacer spoilers de nada, pero es una novela dura, con personajes llenos de odio y una escritura muy directa.

20. El arte de amar (Erich Fromm). El título prometía. Fromm, psicoanalista de la escuela de Frankfurt, pretende explicar aquí las relaciones de poder que se dan en el amor y acabar convenciendo a su audiencia de que el amor es un arte que hay que aprender con disciplina, concentración y paciencia. Y esto está muy bien. El problema es que casi todo su planteamiento descansa sobre una lógica de la productividad que es muy antihumana. Por ejemplo esto: «Si amamos sin producir amor, es decir, si nuestro amor como tal no produce amor, si por medio de una expresión de vida como personas que amamos, no nos convertimos en personas amadas, entonces nuestro amor es impotente, es una desgracia».

21. El corazón (Dietrich von Hildebrand). Hemos insistido muchas veces en que el hombre es razón y voluntad y, por consiguiente, hemos relegado el corazón a un segundo plano. Es muy fácil descalificar a alguien por dejarse llevar por el corazón. Pero lo cierto es que la felicidad solo se puede experimentar en el corazón. La felicidad, aunque se apoye en la razón o en la voluntad para reconocer o dirigirse al objeto amado, vive en el corazón. Este breve tratado sobre la afectividad de Von Hildebrand es muy iluminador y ayuda a volver a situar el corazón en el lugar que le corresponde.

22. Salir a robar caballos (Per Petterson). Tenía muchas ganas de leer este libro desde que vi el título y la portada. Lo busqué en Buenos Aires y Montevideo y, al fin, pude hacerme con él. Un hombre mayor vive solo en una cabaña en un bosque noruego. Ha decidido que su vida terminará allí. Un día un amigo de su infancia aparecerá por allí y eso le llevará a recordar esa invitación de niño a salir a robar caballos. La segunda parte del libro me costó más — no diré por qué porque haría un gran spoiler — , pero la primera me gustó.

23. La carretera (Cormac McCarthy). Me lo regalaron los profesores de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Montevideo a los pocos días de que se muriera el autor. Allí lo utilizan mucho en sus clases. Es un clásico de las novelas y películas apocalípticas, un «road movie» de manual. Un padre y un niño solos en el mundo. «Él no podía avivar en el corazón del niño lo que en el suyo propio eran cenizas».

24. La vida de los vivos. De rodillas ante el cuerpo de Cristo (Rafael Amo Usanos). El núcleo del cristianismo está en el cuerpo de Cristo: su persona y su obra, la Eucaristía y la Iglesia. Este libro ayuda a que nuestros tiempos de oración se centren en lo esencial e impulsen a vivir la Vida; y que nuestras elecciones y acciones nos permitan ser felices. A que haya conexión entre lo que me ocurre cuando rezo y cómo me comporto en mis acciones. «Este es mi cuerpo que se entrega por vosotros»: ahí está el centro de todo.

25. Cómo cambiar tu vida con Sorolla (César Suárez). Este año del centenario de Sorolla me he enamorado un poco más de sus obras con la exposición en el Palacio Real y visitando su casa museo. Y quise saber más. Así que me compré este libro, vendido como biografía, para conocerlo. He descubierto un poco más de él con algunas cosas que cuenta, pero en algunos momentos me ha defraudado que el autor dijese un “podría haber sido así”. No sé. Creo que el escribir a medio camino entre la verdad documental, la biografía y la ficción no me acabó de convencer.

26. El amor hace (Bob Goff). Me lo encontré en una estantería de una casa amiga y me lo llevé. Había oído a Ana hablar de él. Me gustó y, al mismo tiempo, necesité dejarlo estar. Es un libro de muchos relatos en los que el autor muestra, con detalles de su vida, que el amor hace. El amor no es una idea, sino que el amor es siempre encarnado, implica gestos, idas, venidas, consuelos, ánimos. El amor está, pero hay que ponerlo en obras.

27. Memoria viviente del modo de vivir de Jesús (madre Verónica). Un librito, que es una delicia, sobre el atractivo y gozo de seguir a Cristo.

28. El misterio de la creación artística (Stefan Zweig). Este año he leído mucho a Zweig, sobre todo en esa faceta suya de relatos cortos. Pero este libro es distinto: una colección de ensayos sobre el misterio de crear.

29. La alegría de darse a los demás (Madre Teresa). En esta colección de apuntes y discursos de la madre Teresa se entreveen muchas de sus convicciones. Por ejemplo: «Todo mi tiempo pertenece a los demás. Otro tanto ocurre con las hermanas. Ellas trabajan sin descanso por los enfermos y por los niños: no les queda tiempo ni para escribir una carta». O esto otro: «Cuán puras han de ser nuestras manos si hemos de tocar el cuerpo de Cristo, lo mismo que el sacerdote lo toca bajo las especies del pan. ¡Con qué veneración y amor levanta él la hostia consagrada! Así ha de ser nuestro sentimiento cada vez que tocamos el cuerpo de un enfermo».

30. Escritos espirituales de Carlos de Foucauld. Hace un par de años conocí la figura de san Carlos de Foucauld y, desde el principio, me fascinó. Es una vida de búsqueda, muy radical, muy fecunda a pesar de vivir en el desierto durante muchos años sin convertir a nadie. Y esa vida solo puede nacer de un verdadero encuentro con alguien que a él le cautivaba y le hacía permanecer fiel. Este libro recoge muchos de sus escritos de oración, de sus diarios, de sus cartas, desde su conversión hasta su muerte. Es asomarse a una intimidad que desborda vida en cada línea.

31. Los sueños de Einstein (Alan Lightman). Este libro lo he disfrutado mucho. Construido a base de capítulos muy cortos que muestran distintas paradojas temporales. ¿Qué pasaría si en cada ciudad el tiempo corriera de una forma? ¿Y si no el tiempo fuese solo una sensación? ¿Y si fuera para atrás, o solo existiera el presente, o todo fuese eterno?

32. Veinticuatro horas en la vida de una mujer (Stefan Zweig). «Era absolutamente imposible que una mujer decente, después de un efimero trato de dos horas, se fugase tranquilamente a la primera indicación». Una novelita que contiene en sí muchos misterios: la búsqueda de la salvación de los otros, cómo llenamos el corazón, la pasión, el amor, el juego. Y, además, de una escritura muy elegante. Para disfrutar una tarde o desyunando con una sillita al sol.

33. El leviatán (Joseph Roth). Ha sido mi segundo encuentro con Roth y esta vez sí, me ha gustado. Un cuento corto que se lee en una hora. De un hombre cuya patria eran los corales.

34. Delicadeza espiritual (Iñaki Suárez). Los que hemos crecido en el cristianismo muchas veces hemos tendido a verlo como una religión en la que tenemos que cumplir unos mandamientos: hacer esto, no hacer esto otro… Y en la que si te equivocas, Dios se enfada contigo y entonces tienes que ir a confesarte porque, si no, te va a castigar. Pero eso no es real. Iñaki, que es mi amigo, se ha dado cuenta y nos lo explica en este libro que es una sencilla introducción al cristianismo. El amor es muy sencillo. Y se mueve mucho más en la lógica de la delicadeza que del deber.

35. Novela de ajedrez (Stefan Zweig). Otra de esas novelas cortas de Zweig que se disfrutan de principio a fin. En un mismo viaje en barco coinciden el campeón mundial de ajedrez, varios aficionados y B., un hombre misterioso que huye de los nazis y al que el ajedrez le salvó la vida.

36. ¿Por qué sonríes siempre? (Lucas Buch). María de Villota, Chiara Corbella y Sophie Scholl son tres mujeres admirables. Todas ellas tenían el derecho a pensar en sí mismas: María había sufrido un accidente que truncó la carrera más brillante del automovilismo femenino; Chiara vio cómo morían dos de sus hijos y un cáncer le invadía en menos de tres años; Sophie fue condenada a muerte por defender la humanidad contra el regimen nazi; y sin embargo decidieron abrirse a los demás y vivir sonriendo. Habían sufrido, sí, pero también se habían dejado querer y descubrieron que habían sido creadas para vivir abiertas a otro, encontraron la felicidad más allá de ellas mismas.

37. Una boda en Lyon (Stefan Zweig). Sí, en septiembre me dio por leer novelas cortas de Zweig aprovechando las últimas tardes de verano y los viajes en tren. Este librito contiene además otros tres relatos: La caminata, Un ser humano inolvidable y Dos solitarios.

38. Mendel el de los libros (Stefan Zweig). Fuera de sus libros, Mendel era un hombre al que nada le alegraba ni le preocupaba. Y con su personaje — qué capacidad tiene Zweig para enamorarnos de un personaje en unas pocas páginas — nos habla del poder de los libros para defendernos de la fugacidad y el olvido.

39. Bailar en la cocina. El secreto de los matrimonios que disfrutan (Pep Borrell). «La atracción y el enamoramiento no pueden pasar nunca, siempre tenemos que reenamorarnos como nos reinventamos profesionalmente. Si nos lo trabajamos, la atracción y el enamoramiento vuelven, y mucho más potentes. Merece la pena intentarlo».

40. La leyenda del santo bebedor (Joseph Roth). Esta novela corta de Roth la había visto recomendada varias veces en la universidad. Y en cuanto le di una oportunidad en un viaje de tren, la devoré. Como es tan cortita, casi cualquier resumen es spoiler, por eso solo diré que va de un borracho al que un milagro le cambia la suerte.

41. Vivir desde el don. Pensamientos y experiencias (Alberto Berro). Juanfran me trajo este libro desde Buenos Aires — creo que no se ha editado en España — porque sabe lo que me ha ayudado en mi vida ver todo como don, agradecer, no exigir. Creo que es la forma más realista de vivir. En este ensayo a medio camino entre la Filosofía y la Teología, se presenta una metafísica que entiende todo como regalo. Para vivir desde el don.

42. La perla (John Steinbeck). Si este año he insistido en la novela corta, no podía faltar esta obra de Steinbeck. Creo que fue Javi el primero que me habló de ella hace cinco años y no sé por qué me acordé en octubre. Aunque el final no me resultó convincente, el resto es magnífico

43. La ciudad sin Laura. El buque (Francisco L. Bernárdez). «Porque mi voz es una vaga reminiscencia de la música sin causa. / Porque mi amor es una chispa de aquella hoguera que eterniza lo que abrasa. / Para poblar este desierto me basta y sobra con decir una palabra. / El dulce nombre que pronuncio para poblar este desierto es el de Laura. […] Mi vida entera permanece porque este nombre que recuerdo no me olvida. Porque este nombre me sostiene con emoción desde su tierna lejanía».

44. Bello es el riesgo (Marcela Duque). Fue el premio Adonáis de poesía en 2018. Mira que yo no he leído mucha poesía, pero este poemario lo he disfrutado muchísimo. Es precioso, es sencillo, es búsqueda, es agradecimiento.

45. La vida sale al encuentro (José Luis Martín Vigil). No me extraña que fuese un superventas cuando se publicó en los sesenta. Una novela sobre el paso de la niñez a la adolescencia: el descubrimiento de la muerte, del amor, la decisión de construirse a sí mismo; y, todo eso, en una España que vivía un enorme contraste entre jóvenes libres y adultos defensores de las formas. El protagonista es de los personajes más tiernos con los que me he encontrado este año.

46. El sur; Bene (Adelaida García Morales). Encontré este libro en la biblioteca de la uni, sin ninguna recomendación, y lo cogí para un viaje de tren —las novelas cortas son lo mejor cuando uno tiene que viajar—. Dos novelas cortas que comparten el misterio de una figura masculina.

47. Nagori. La nostalgia por la estación que termina (Ryoko Sekiguchi). Vivimos en un mundo en el que la eficiencia y el dominio sobre la tierra han roto los ritmos naturales. Ya, por ejemplo, parece que no hay fruta de temporada, porque puedes conseguirla prácticamente en cualquier época del año. Es tan fácil como coger un vuelo. Pero ese desligamiento de la tierra conlleva muchas pérdidas. Porque la tierra es sabia, sus ritmos son nuestros ritmos, y no podemos pretender ser otros de quienes somos. El límite es nuestra condición. Este librito nos devuelve la mirada al tiempo de la tierra.

«El sol se pone hasta tornarse casi indistinguible, irremediablemente, igual que la estación. Cuando desaparece del todo tras la línea del horizonte, su luz, aunque cada vez más débil, como una imagen persistente en la retirada, permanece y nos alumbra aún por espacio de unos minutos.
No sólo las personas pueden acompañarnos: en ocasiones, un lugar también lo hace. Cuando cogemos el tren, el barco o el coche, y vemos alejarse el paisaje del lugar que dejamos atrás, ¿no sentimos a veces que esas montañas, ese puerto, nos acompaña todavía un rato?
Ninguna despedida, ninguna separación tiene lugar en un único instante. Aunque el momento de la partida dure apenas un segundo, permanecen aún las olas, la luz que ha dejado el tiempo compartido».

48. El arte de la vida sana (Fabio Rosini). Este libro me acompañó mucho en noviembre. Le había escuchado hablar de él a Miguel hace mucho tiempo. Lo recomendaba con tanto entusiasmo que tuve que dejar pasar varios años antes de cogerlo. Quería leerlo sin tantas expectativas, y sí, ahora entiendo su emoción. Este comentario del pasaje de la hemorroísa en el Evangelio es una delicia y una gran ayuda para poder vivir sanos. Porque todos queremos eso, ¿no? ¿Y cómo se hace? ¿Cómo se libra uno de la enfermedad que le esclaviza?

49. Mi vida (Marcos Pou). A Marcos le conocí a través de este libro hace cosa de cuatro años. Pero entonces solo estaba en versión digital en internet. Este año, Ediciones Encuentro lo ha editado en papel y, al enterarme, supe que era el momento de volver a él. Marcos murió en 2015, unos días después de ingresar en el seminario. En este librito, escrito a modo de testimonio, Marcos cuenta su búsqueda, la búsqueda de un joven que aparente lo tenía todo, al que no faltaba nada, pero al que el encuentro con unos amigos le hace abrirse a un horizonte vital que no había sospechado antes. Y ya no puede conformarse con menos. Es un libro valiente y directo, porque Marcos ya no tiene nada que esconder.

«Es algo extraño hablar de “mi historia” puesto que lo único interesante en ella, lo único que la salva de ser una historia aburrida y plana es lo que Cristo ha hecho en mi vida. Por lo tanto, es más bien la historia de lo que Cristo ha hecho conmigo».

50. Castidad. Para una reconciliación de los sentidos (Erik Varden). Conocí a Varden el año pasado, cuando leí Explosión de la soledad. Varden es un monje trapense, obispo noruego y maestro cervecero. En su juventud era agnóstico, pero la belleza de la música católica le inició en un camino que no había conocido hasta entonces y que le sucedió. Si en Explosión de la soledad hablaba del papel de la memoria en la vida del cristiano, aquí Varden expone la necesidad de volver a centrarnos en los sentidos, de volver a orientarlos en una única dirección para no vivir como esquizofrénicos. Y lo hace en un momento en la que la Iglesia es criticada por los abusos que algunos de sus miembros han cometido y en el que se asocia a la Iglesia con una moral represiva y no auténticamente liberadora. Leer a Varden en este tiempo es esencial, porque no habla sobre ideas inalcanzables, sino sobre la realidad de nuestras contradicciones, de nuestras tensiones interiores y leerle es reconocer en su mensaje una verdad que nos lleva de vuelta al origen.

«Al corazón hay que educarlo, no apaciguarlo. El apaciguamiento, cuando se usa para acallar el hambre voraz del corazón humano, es el mayor veneno. lejos de sanar, el anestésico de devociones abstractas tiende a causar enfermedades en forma de ternura atrofiada, de vulnerabilidad agriada hasta el resentimiento, de necesidades afecttivas desatendidas que buscan satisfacción en la adicción o la crueldad, o de una lenta fosilización. […] Una visión cristiana de la castidad, si es genuina, no puede ser simplista. Abraza decididamente la compleja plenitud de la condición humana, así como la plenitud divina a la que esa naturaleza está llamada».

51. Diálogo sobre el sacerdocio (Juan Crisóstomo). Jon, que me conoce muy bien porque llevamos hablando semanalmente los últimos cinco años y es un hombre del que me fío mucho, me recomendó leerlo y yo le hice caso. Es la historia pseudobiográfica de Juan Crisóstomo y de su amigo Basilio, que luego sería llamado, como Juan, padre de la Iglesia. Los dos erann amigos de la infancia y, en su época (siglo IV) era la comunidad cristiana la que elegía a sus sacerrdotes. Juan y Basilio, que eran candidatos, se prometen que si les escogen a los dos, aceptarán. Y resulta que les escogen, pero Juan huye. Entonces, Basilio, ya ordenado sacerdote y sorprendido por la decisión de su amigo, decide ir a visitarle para preguntarle por qué le traicionó. Esta obra es el diálogo que se supone que mantuvieron, en el que Juan expone las dificultades que conlleva el sacerdocio y justifica su huida. Aunque luego, esto ya no lo cuenta el libro, él también será ordenado sacerdote y obispo.

52. El libro de los amores ridículos (Milan Kundera). Nunca había leído a Kundera. Esta colección de siete cuentos es una crítica a situaciones de supuesto amor que no lo son. Me ha gustado su escritura directa y divertida, aunque por momentos es un libro incómodo. Y tenía que serlo, porque no se puede jugar con el amor. No hay nada más propio a nosotros mismos que el amor.

53. Trilogía (Jon Fosse). Es una experiencia distinta leer a Fosse. Cuando le dieron el Nobel este año, los que le habían leído —muy pocos en ese momento, porque casi no hay obras suyas traducidas al castellano— ya lo decían, pero yo quería vivirlo en primera persona. Haciendo caso a @en_bookle, me compré Trilogía y lo devoré en un viaje de tren. Es un libro cortito (unas 160 páginas) sorbe unos jóvenes que emigran porque ella está embarazada. Nadie les acoge en su casa. Fue especial leerlo en Navidad. De una belleza tremenda. Pero lo dicho: leer a Fosse es entrar en el pensamiento de su narrador, sin puntos, tal y como este sucede en su cabeza. Si uno se deshace de sus esquemas, puede disfrutar mucho de entrar en otra mente mecido por sus palabras.

Un pasaje de Trilogía (Jon Fosse)

54. Tres deseos (Amalia Bautista). A Amalia Bautista llegué por una entrevista que le hicieron en Mira y en la que me sorprendió su honestidad —«queramos o no, escribimos para que nos quieran, aunque sepa que los que me quieren no lo hacen por lo que escribo»— y un poema suyo que se titula Sucia. Así que decidí que en diciembre cogería una antología suya para que me acompañase.

55. Id a José (varios autores; Traditions Monastiques). Mili me hizo llegar este libro sobre san José desde Argentina y me ha acompañado durante el adviento. Treinta breves textos sobre san José.

56. ¡Presente! (Alessandro d’Avenia). «La revolución de la escuela ha empezado pasando lista. Para llevarla a cabo, hacia falta un ciego». Me traje esta novela a la playa para despedir al año y ha sido una buena elección. Una novela sencilla, educativa, esperanzadora. Con un toque juvenil.

57. Sabiduría de un pobre (Éloi Leclerc). Hay biografías que cuentan vidas a través de una sucesión de hechos y biografías que en un hecho reconstruyen toda una vida. Este libro, como sucedía con Momentos estelares de la humanidad de Zweig, es de los segundos. Leclerc nos presenta a un san Francisco de Asís abatido por el miedo a que la orden que él había comenzado, los franciscanos, se corrompan por un exceso de organización o de estudio. Él no quería eso, pero ya no tiene más fuerzas. ¿Cómo salir de ahí? ¿Cómo no caer en el abismo? Este libro me ha encantado. Además, se lee en una buena mañana o tarde.

«El hombre no es salvador por sus obras, por muy buenas que sean. Es preciso que se haga él mismo obra de Dios. Debe hacerse más maleable y más humilde en las manos de su Creador que la arcilla en manos del alfarero. […] Solamente a partir de ese estado de abandono y en esta confesión de pobreza, el hombre puede abrir a Dios un crédito ilimitado, confiándole la iniciativa absoluta de su existencia y de su salvación. Y entra entonces en una santa obediencia. Se hace un niño y juega el juego divino de la creación».

Y hasta aquí mis lecturas de 2023. Ojalá os abran a nuevas vidas.
Sed muy felices.

Mis libros de 2022.
Mis libros de 2021.
Mis libros de 2020.
Mis libros de 2019.
Mis libros de 2018.
Mis libros de 2017.
Mis libros de 2016.

Otras listas de libros de 2023:

Los de Lara Hermoso.
Los de Antonio Muñoz.
Los de Fernando Bonete (@en_bookle).
Los de Pablo R. Suanzes.

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Manu de La-Chica

Me gusta contar historias. Aprendí en el Diario de Navarra, El Español, Je Suis Réfugié, Rome Reports y Stolperstein.